Es famoso como el barrio más romano de la ciudad, gracias a las calles tortuosas cubiertas de adoquines sobre las que se asoman casas populares medievales. Fuerte es el contraste entre las ricas y poderosas viviendas de los antiguos señores y los cuchitriles de las personas más pobres.
El tejido urbano, rico en locales típicos y mercados, se envuelve con un vasto retículo de callejones alrededor de la plaza principal de Santa Maria in Trastevere. La iglesia, fundada alrededor del 220 d.C. fue reconstruida con la añadidura del campanario en el 1138 d.C. por Papa Innocenzo II y acabada, por querer de Papa Clemente XI, con el porche enfrente la fachada sobre proyecto de Carlo Fontana en el 1702 d.C. Sobre la fachada son aplicados algunos mosaicos que se remontan al XII siglo; el interior, en cambio, con columnas de despojo y capiteles probablemente originarios de un antiguo templo egipcio, es decorado por frescos además que por mosaicos.
En los callejones de Trastevere todavía se percibe la atmósfera de la vida tranquila del pasado, gracias también a la salvaguardia del contexto histórico y de las tiendas artesanales, manteniendo su característico ritmo y estilo de vida. Gracias a sus numerosos locales distribuidos en los lugares más escondidos, se transforma en uno de los barrios más vivos, característicos y autosuficientes de la ciudad. Ofrece restaurantes típicos romanos y pizzerias, pub y cafés, pero también bodegas de cada tipo y tiendecitas elegantes.
El domingo además podrán visitar el mercado dominical de Portaportese. El entero barrio, un tiempo sede del Arsenal Pontificio, se convierte en sede hormigueante de uno de los más famosos mercados a lo abierto del mundo, donde el anticuariado y el modernariado se mezclan sin solución de continuidad a la pacotilla y a las rarezas para coleccionistas de objetos, todo en la inconfundible alegría voceante de la gente de Roma.